martes, 30 de junio de 2009

PARA ARTURO MEZA

Oscar Javier Martínez


¿Estás ahí, guitarra?

Suena la tarde, es tu voz.

De nuevo la sal asciende por los acantilados.


¿Eres el mar?

Mis pies llagados tiemblan.

Espuma del amor, aquí te espero.


¿Qué harás cuando sin piano

tus manos toquen la madera vencida?

Tras las conversaciones está el miedo


Un avión

repta en mis venas, estoy vivo,

Llueve otra vez adentro de mis ojos.


1998

BAJO UN CIELO NUBOSO

Permíteme volar, cuerpo terrestre.

Soy gaviota voraz,

La luz cegó mis ojos.


Mírame.

Adentro la sonaja rota espera.

Carne del corazón, suenan mis alas.


Escorpión,

madeja de veneno, dame lumbre.

Mis patas ateridas chapotean en el lodo

Tengo hambre de líquen


Nubes rojas se esparcen en el cielo de invierno

¿soy gaviota voraz?

Danzo en la reverberación de mis heridas.



1998


miércoles, 10 de junio de 2009

EL SOFISTA

Roberto Vallarino


Sólo yo
tengo la razón.

Nadie fuera de mí
sabe nada del mundo.

La soledad me ha dado
un saber incuestionable.

Es tan grande que en él
caben todas las mentiras.

1980

martes, 9 de junio de 2009

MÚSICA DE SOBREVIVENCIA

Oscar Javier Martínez




¿Por qué música de sobrevivencia?


1


Porque ha sido compañera, cómplice en soledad, amable en tiempo de furia, tierna en horas de insomnio, fiel amante cuando el olvido nos hace sollozar. La música es el bálsamo que Dios, conmovido por nuestra miseria primitiva, nos concedió para romper la bruma de lo inconmensurable y despertar.

Como el aire que flota en la sonrisa del ángel que se ama, la música es el sol que hace juntar los días, es nota discordante, gaviota en los inviernos de la mente, numeral que salta de sus órbitas rompiendo toda lógica y razón, la nota que revienta su armadura y se carcajea como una garza niña. Es la madera que se volvió plata y sirena que acaricia los escollos.

La música ora por nosotros aún en el silencio, ese silencio que pesa como un muerto y que sabe a todo, menos a sal. La música es nuestra mejor acción de gracias, es el más hermoso nombre de Dios. Como olas rompiendo en un acantilado, así se conmueve el alma cuando un acorde rueda por la pendiente de los sueños, posándose suave sobre la orilla del ser...

¿Cómo escapar al encanto adolescente de una canción que juega y seduce? ¿Alguien puede enojarse con el viento porque nos despeina? Somos instantes de un tiempo que nos rodea, somos los asombrados espectadores cuyos rostros se asoman entre viejas mascarillas de las islas del sur. Nuestros cuerpos se secan al sol, para luego humedecerse en una llovizna pertinaz de melodías. Cientos de tambores parten en mil pedazos la negrura, el áureo filo de las trompas agita los estandartes del reino donde todos adoramos. Nuestro corazón se colma de alabanzas por el sólo hecho de escuchar y vivir...


2


Alguien vino a juntar mis días; no pude nombrarla porque no hay palabras que contengan la luz de sus encantos; tendría que llamarse noviembre o madreselva para poder abarcarla, pero ni así. Esa mujer que nos hace emerger del agua y nos arropa, ella también era canción.


3


"...y sólo por tu amor pude resistir el hambre, la guerra, la desolación, la discriminación, y la traición que me enseñó a perdonar", y solo por ti estoy cantando y tejiendo palabras. ¿a dónde iré sin ti? No hay horizonte ni barca ni perfume que pueda hacerme partir de tu costado. Solo estoy aquí porque quiero alabarte y contar el rosario de bendiciones que derramas, eres tú, loco y sonriente, mar y tormenta, lo que me hace vivir.


4


Soy un sobreviviente, he recorrido los países y aprendido de memoria el color de sus pendones, he mirado todos los crepúsculos y he escudriñado el color de las estrellas. La muerte ha danzado al lado mío y alguna vez danzamos juntos, lo recuerdo. He sido traicionado y mi sangre regada en el desierto, alguien se apoderó de mis cansados brazos y me hizo cargar espinas en vez de crisantemos. Entonces llovía, llovía mucho, llovía como si fuese a deshacerse la ciudad, pero aun así, nacía un niño, las aves asomaban su plumaje por entre las piedras de la catedral, y en la canteras había soldados jugando rayuela o qué se yo... me pareció que nunca volvería a pisar las calles de la infancia, que la condena sería a perpetuidad, pero llegaste tú con la espada en alto, riéndote de la imaginaria eternidad.


Música. Luz de velas. Arroyo en las colinas. Música de mi padre y de mi madre. Sendero en donde se cruzan los viajeros. Crisol y serpentina. Luz de todos los astros. Música, siempre música...


Enero, 2005